Halloween

Acabamos de vivir un nuevo Halloween con el convencimiento de ser una festividad con un arraigo cada vez mayor, en una sociedad donde la multiculturalidad nos conduce a algo que nada tiene que ver con nosotros, ni con la mayoría de esta notable migración.

Nuestra pasión por el disfraz contribuye a la enorme afición por mantener un eterno carnaval, sólo hay que pasearse alrededor de los centros de enseñanza para ver a la inmensa mayoría de los alumnos más pequeños con la cara pintarrajeada de vivos colores en cualquier época del año.

No le veo la gracia, ni el significado, ni el motivo a la presencia en la calle de esqueletos, novias ensangrentadas vestidas con gasas blancas deshilachadas, zombis, niños bañados en sangre y multitud de calabazas simulando calaveras.

Algo que no me ocurre en carnavales, que posiblemente se hayan degradado con años.

Eso sí, luego los más pequeños tienen que dormir con las luces encendidas, las puertas abiertas de sus dormitorios, dormir con sus mamás, o realizar visitas periódicas al psicólogo.

Vimos calles llenas de espíritus emergiendo de las tinieblas, bebés amortajados, monstruos recién salidos de los infiernos, luciferes, satanes y demonios deambulando por los parques, con botellones de Kalimocho y la libido desbocada y dislocada bajo el seto recién regado de orines cerveceros.

A esto del Halloween no termino de verle la gracia, ni es divertido, ni elegante, ni fino, ni siquiera ingenioso, pero es indudable que goza de una desbordante popularidad. Y eso es incuestionable.

En Londres dos individuos acuchillaron a once pasajeros dejando un baño de sangre aprovechando el Halloween y esto podría ser digno de estudio sociológico.

No le veo ningún significado a esta fiesta en la que participa gente de todas las edades, riéndose de una muerte a la que han perdido el respeto.

Se vive al día, el sueldo apenas llega al día 20 de cada mes y se trabaja 10 horas por mil euros al mes, carecen de viviendas, las listas de atención médica se disparan y como si nada, más de pronto ven al vecino vestido de vampiro, a la vecina de zombi, a la abuela de bruja y a la profe de su niño emitiendo sonidos grotescos y saltos dislocados y sienten una extraña felicidad y una amplia sonrisa de satisfacción.

Y es que el Halloween, no formando parte de nuestros ancestros, ya se ha enraizado en nuestras vidas, de tal forma, que ya se tiene en cuenta a la hora de programar los gastos con préstamos bancarios incluidos.

Y en la larga e intensa noche halloweendense, discotecas, reguetones, flamenquito, gintonics, caipiriñas, mojitos, vampiresas con minifaldas imposibles y Dráculas dispuestos al mordisco y tentetieso.

Y los tradicionalistas, visitas a los cementerios, crisantemos, responsos, añoranzas, recuerdos, palmatorias, recogimiento.

Y para reponer fuerzas tras la visita al cementerio, huesos de santo, buñuelos de viento, huesos de San Expedito, castañas asadas y boniatos al horno.

Nunca unas fechas fueron tan festivas, diversas, controvertidas y pluriculturales.

Y como broche final libertad plena para que cada uno haga lo que le venga en ganas o le marque su estado de ánimo sea tradición, degradación o superchería.

Enrique García-Moreno Amador

Presidente del Ateneo de Ocaña

Escritor y amante de Ocaña y su historia

Tags: El Atril de Enrique García-Moreno

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Enrique García-Moreno Amador

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