Lo que ha ocurrido en municipios cercanos como Torre Pacheco o Torrevieja podría repetirse en Callosa de Segura si no se actúa con determinación. La seguridad y la convivencia no se garantizan solas. Hay que trabajar por ellas.
Los últimos sucesos vividos en Torre Pacheco —con disturbios protagonizados por jóvenes de origen migrante— o en Torrevieja, donde se producía un atentado contra la autoridad contra agentes de la Policía Local, no son simples anécdotas. Son señales. Señales que deberían preocupar a cualquier responsable público. Y, sobre todo, señales que deberían activar todas las alarmas en municipios con dinámicas sociales similares, como Callosa de Segura.
El refranero español, siempre sabio, nos recuerda: “Cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar”. Pues bien, Callosa debe remojar sus barbas. Y cuanto antes.
Una realidad que avanza en silencio
En Callosa de Segura llevamos años advirtiendo sobre una realidad compleja: barrios con alto índice de infravivienda, sobreocupación, falta de integración, empadronamientos irregulares, comercios opacos y una creciente percepción de inseguridad. No se trata de criminalizar, sino de ver lo que está ahí, en nuestras calles, y actuar antes de que sea demasiado tarde.
Durante mi etapa como Alcalde (2019–2024), tomamos medidas valientes para afrontar estos desafíos. No desde la demagogia ni desde la pasividad, sino desde el rigor y la legalidad. Medidas que deberían mantenerse e incluso reforzarse.
Comisión local contra la sobreocupación e infravivienda. Control estricto del empadronamiento irregular. Modificación de la ordenanza PEIS. Supervisión de establecimientos comerciales, hosteleros y de servicios administrativos vinculados a tramas irregulares. Inversiones en Policía Local, colaboración con Guardia Civil. Reclamaciones firmes a la Subdelegación del Gobierno. Participación en operaciones conjuntas con Guardia Civil y Policía Nacional.
Estas no fueron ocurrencias. Fueron respuestas necesarias ante una situación que, de no haberse contenido, habría empeorado.
Callosa necesita seguir avanzando con determinación. Por eso, desde una visión responsable, propongo: Refuerzo del área de urbanismo (para combatir construcciones y reformas ilegales; así como todo lo relacionado con infravivienda y alquileres fradudulentos); control exhaustivo de licencias de actividades comerciales; puesta en marcha de la Unidad de Prevención Comunitaria de Conductas Adictivas (UPCA). Y sobre todo, una estrategia coordinada entre Ayuntamiento, cuerpos de seguridad, sociedad civil y vecinos, sin miedo a llamar a las cosas por su nombre, pero con rigor y sensibilidad social.
Es fácil pedir a las instituciones. Pero ¿y nosotros como sociedad? ¿Qué hacemos? ¿Qué hemos hecho? En cuanto a alquileres, venta de propiedades, colaboración con actividades de dudosa legalidad y/o impacto positivo en nuestra ciudad, limpieza y salubridad.
No podemos exigir a la administración lo que nos negamos a asumir como ciudadanos. El silencio, la indiferencia o la pasividad nos hacen cómplices. Y a la larga, todos salimos perdiendo.
La recuperación de Callosa exige también un paso adelante de su gente. De propietarios, vecinos, asociaciones, comerciantes, familias. No vale esconderse tras la persiana ni encogerse de hombros. La convivencia también se defiende desde el portal de casa.
La seguridad no se improvisa
Ni la convivencia se construye con eslóganes, ni la seguridad se improvisa cuando estalla la chispa. O actuamos ahora o lo pagaremos después. No podemos permitir que Callosa de Segura sea noticia por los mismos motivos que lo han sido Torrevieja o Torre Pacheco. No por alarmismo, sino por realismo.
Mi intención no es generar miedo, sino despertar responsabilidad. Si no queremos ver cómo la frustración social, la dejadez institucional o el silencio cómplice desembocan en un conflicto abierto, actuemos. Ya lo hicimos una vez. Se puede volver a hacer.
Cuando veas las barbas de tu vecino cortar, pon las tuyas a remojar. Callosa aún está a tiempo. Pero el reloj avanza. Y la seguridad, como la convivencia, es un deber compartido.