Ayer, la ciudad de Elda se llenó de color y fervor para conmemorar el Corpus Christi, una festividad arraigada en la tradición local que, un año más, congregó a vecinos y visitantes en sus calles. La tarde fue el escenario de una procesión que combinó elementos folclóricos con la devoción religiosa, destacando la participación intergeneracional.
Gigantes, Cabezudos y la Ilusión Infantil
El desfile comenzó con la esperada aparición de los Gigantes y Cabezudos, figuras emblemáticas que, con sus bailes y movimientos, anunciaron el inicio de la celebración. Su presencia, siempre festiva y ruidosa, fue el preludio perfecto para el solemne pero alegre recorrido.
Tras ellos, la procesión cobró un especial significado con la participación de niños y niñas que recientemente han tomado su Primera Comunión. Ataviados con sus trajes de ceremonia, estos pequeños protagonizaron uno de los momentos más tiernos y simbólicos del evento, portando cestas de pétalos que esparcían a su paso, o acompañando los pasos religiosos con una ilusión palpable. Su presencia no solo representa la renovación de la fe en la comunidad, sino que también asegura la continuidad de esta arraigada tradición para futuras generaciones.
Un Recorrido de Fe y Comunidad
El recorrido del Corpus Christi en Elda no es solo una procesión religiosa; es un acto de unión y celebración comunitaria. Las calles se engalanan, los balcones se visten de fiesta y los vecinos salen a presenciar el paso de las imágenes y los participantes. Es un día donde la tradición oral se encuentra con la práctica actual, y donde el sentimiento de pertenencia a Elda se refuerza en cada paso.
La jornada de ayer fue, sin duda, un reflejo del rico patrimonio cultural y religioso de Elda, demostrando cómo estas festividades continúan siendo un pilar fundamental en la vida social de la ciudad.