Como era de esperar, el indiscriminado, moderno, libre y arbitrario espíritu cinegético-sexual de ciertos individuos, ha alentado la aparición de avezadas profesionales del mundo de la galantería de alto standing, que sirviendo de señuelo propician que el que fuera habitual cazador se convierta en un indefenso pelele.
Es el cazador cazado en sus propios cepos, que dejó instalados y activados sin ningún control dado el desbordado fuego inguinal que padece.
No tengo dudas que quien ostenta el poder lo usa en su beneficio, abusa de su condición y se aprovecha de su situación de ventaja, de ahí la proliferación de acosadores laborales, de cazadores parapetados tras un despacho, irredentos tontarras al que le ponen las piezas delante de sus narices haciéndoles creer que son galanes irresistibles, cuando la realidad señala que son esclavos de sus vicios.
No me cabe duda que algunos, no sé si demasiados, se aprovechan de su privilegiada posición, a veces tan efímera, como accidental, siendo que a menudo traspasaron las líneas rojas que marca la decencia y la dignidad.
En su desmesurado y patético disloque sexual, estos Casanovas de revolcón de pago oficial sucumbieron a los encantos de sus supuestas víctimas, siendo que el precio a su perversión lo pagaron con la exclusión dictada por una sociedad harta de esta ralea.
Sólo tenemos que recordar a aquellos todopoderosos hombres que se buscaron la ruina y la de su familia por una carnaza a precio de saldo. Carnaza mil veces manoseada ofrecida por quienes, mostrando sus encantos, embrujos, coquetería y dulces promesas, redujeron a sus consumidores hasta convertirlos en unos pobres diablos.
Repasemos la historia galante desde la antigüedad y veremos mil ejemplos de conquistas, derrotas, victorias y ruinas por desórdenes, depravaciones y viciadas concupiscencias.
Hombres y mujeres que a lo largo de los tiempos sedujeron y se dejaron seducir a cambio de alcanzar una situación de ventaja, poniendo sobre la cama sus más primitivos instintos.
Es el clásico mercado de trata de blanca donde hay compradores y vendedores, poniendo a la intemperie la dignidad de ambos.
¿Cuántos hombres y mujeres se jugaron a cara o cruz el éxito artístico, empresarial, laboral, familiar o social en una cama? ¿Cuántos no sucumbieron en ella?
Cuando en una cama se juega fuerte, las derrotas pueden ser traumáticas y las victorias tan fugaces como el orgasmo de un conejo, porque tras el triunfo galante se suceden otras crueles derrotas consecuencia de un placer próximo a desórdenes mentales y taras psicológicas.
En el mundillo donde se practica la galantería, los pasajeros caprichos, interesados amoríos y febriles deseos, pueden ocasionar todo tipo de frustraciones….
Pero no es la inteligencia quien gobierna hoy, sino el instinto animal que se esconde en el catre próximo al despacho de moqueta y cortinas de terciopelo.
Mandatarios de los países más civilizados del mundo, poderosos, millonarios, magnates, altas dignidades eclesiásticos, monarcas y gentilhombres, han sucumbido a sus desordenados apetitos… Sólo los parias acaban en la trena donde al entrar les obsequian con una caja de preservativos por aquello de mantener viva la ansiedad del pobre infeliz. Allá en el «talego» el catálogo de señoritas que tenían en el despacho ahora lo usarán de almanaque en la letrina donde potenciar su «virilidad».

















