LA UTOPÍA DE EMPEZAR DESDE CERO

Entiendo a los que en su día decidieron retirarse del insufrible estruendo con el que nos castiga esta ruidosa sociedad, adoptando nuevas formas de vida, nuevos comportamientos, incluso nueva personalidad.

Al final nos encontramos con la necesidad de reiniciarnos como hacen los ordenadores o los programas informáticos.

No es fácil romper con la monotonía, con el tedio al que nos lleva la anodina y plúmbeas costumbres.

Sacudirse de encima la cotidianidad, apartar todos los objetos que nos asfixian, enseres, utensilios de los que somos prisioneros, del barrio, del ambiente, del entorno… es esencial para variar el rumbo, para marcar nuevos destinos, para disfrutar de nuevos horizontes.

Hay quienes quieren dar un vuelco a su existencia y se aferran a la soledad que ofrece el viejo claustro, el retiro espiritual que permite la pétrea cabaña a pie del lejano acantilado, o simplemente, perderse en el centro del bosque donde el único lenguaje es el que ofrecen los silbidos del viento entre las ramas; el croar de las ranas en el remanso donde descansa el arroyo, o simplemente, el vuelo de un ave en busca de reposo en la rama más débil del árbol.

Entiendo a todos aquellos que decidieron huir de la vorágine de un mundo lleno de mentiras, rencores, falsedades, traiciones, cinismos, deslealtades, banalidades, egoísmos y oropeles, para encerrarse en su fortín.

Ahora sé que no fue cobardía, si no la necesidad de permanecer acurrucado dentro de uno mismo, como autodefensa de los depredadores sociales lo que no llevó a romper con los sitiadores.

Comprendo a los que huyeron de los opresores, chantajistas, mentirosos, tramposos, provocadores, impertinentes y violentos.

Entiendo a los que abandonaron todo, hartos de soportar abusos de quienes está dispuestos a acallar voces para imponer silencios.

Detesto, repudio, me hastían, los que provocan y alimentan frustraciones, miserias y fracasos.

Disculpo a los que se muestran temerosos de enfrentarse a los ignorantes con poder irracional, porque sabiéndose débiles saben que aún les queda mucho que perder. ¡La vida!

Me hago cargo del horror de aquellos, que amparándose en la Cultura se sienten seriamente amenazados por los brutos de frente estrecha, gaznate dilatado y cerebro acartonado.

Los que al final se refugiaron en sí mismo, no se rindieron, ni

abandonaron la lucha, ni cuando se encontraron cansados, ni aún perdiendo mil batallas… Ellos sólo desearon cambiar el escenario, la tramoya, el decorado, la iluminación, la música, incluso al insufrible apuntador… para seguir representando su obra en otra sala de teatro.

Al final muchos se dieron cuenta que habían sido prisioneros de los que nos exigen silencio, mansedumbre, obediencia, acatamiento, capitulación y rendición, para de inmediato llenarnos de sus ruidos.

Es tratar de defenderse de la ley que imponen los que se agrupan como chacales para reducir al solitario.

Entiendo a quienes desde el primer momento se sintieron dirigidos, manipulados y adoctrinados y se refugiaron en la soledad que les permitiría soñar sin sobresaltos, teniendo la inmensa fortuna de estar rodeados de gentes que deseando estar solas, se agrupan para disfrutar de una soledad compartida.

Al final, muy al final, descubrimos que nos hemos acomodado plácidamente sin que nadie coarte nuestra ansiada libertad, ni reprima nuestros instintos, permitiéndonos gritar a los cuatro vientos, desde nuestro recién hallado nuevo espacio, exhibir eufóricos nuestra más absoluta independencia, nuestra hasta ahora adormecida rebeldía y nuestro reducido libre albedrío.

No, nos rendiremos, no doblaremos la rodilla, no capitularemos, no nos entregaremos, porque tenemos intactas las ganas de seguir luchando, no concediendo una brizna al abatimiento, aunque tengamos que buscar nuevos escenarios donde representar nuestro vodevil, nuestro sainete, nuestra tragedia o simplemente, nuestra comedia.

No sucumbiremos porque en ello nos iría la vida, y la vida no tiene repuestos, ni recambios, ni zurcidos, ni puestas a punto. Con la vida no hay términos medios. No hay opción, no se está medio vivo o casi muerto.

Su cabe la posibilidad de volver a empezar, jamás se hará desde cero, porque una vida que se reinicia ya tiene camino recorrido.

Nadie, nunca, jamás, empezó de cero. Nadie, nunca, jamás, inicio el camino, porque siempre quedarán atrás los caminos que nos trajeron hasta aquí

Enrique García-Moreno Amador

Presidente del Ateneo de Ocaña

Escritor y amante de Ocaña y su historia

Tags: El Atril de Enrique García-Moreno

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Enrique García-Moreno Amador

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