Cada verano, el ciclo de los incendios se repite como una pesadilla. El calor aprieta, la sequía avanza y, de repente, una chispa desata el infierno que devora nuestros campos y bosques. En medio de este drama, a menudo olvidamos una solución sencilla, natural y de toda la vida: el ganado.
Nuestros abuelos ya lo sabían. Los animales como las cabras, las ovejas y las vacas no solo eran el sustento de la familia, eran los guardianes de la tierra. ¿Por qué? Porque mientras pastan, se comen toda la hierba seca y los matorrales que, luego, arden como la pólvora. Este trabajo de limpieza, que hacen de forma natural y sin coste, es vital.
Imaginemos un campo o una ladera de monte. Si el pasto está alto y seco, es como tener gasolina por todas partes. Pero si el ganado ha pasado por allí, ha dejado el terreno limpio. Si salta un fuego, le cuesta mucho más avanzar por esa zona. Así, el ganado, con su trabajo diario y tranquilo, crea un pasillo, un cortafuegos natural que puede detener las llamas. Es la mejor forma de prevención que existe.
El problema es que, en la actualidad, parece que hemos olvidado esta lección. A veces, las leyes y las normas no ayudan. En lugar de animar a la gente a tener animales y a pastorear, se lo ponen difícil con papeles y restricciones. Y eso es un gran error, porque los animales no son un problema. Todo lo contrario, son una gran ayuda para nuestro campo.
Pero no toda la culpa es de las leyes. La responsabilidad también es nuestra, de cada uno. De los Ayuntamientos y las Juntas, que deben apoyar a los ganaderos y cuidar los terrenos abandonados que se han convertido en un peligro. Y de cada persona, que debe ser más responsable cuando va al monte. Por ejemplo, tener cuidado con las botellas de cristal, porque con el sol y el calor pueden hacer de lupa y prender la hierba seca. El fuego lo apagan los bomberos, pero la mejor forma de evitarlo está en las manos de todos.
Es hora de abrir los ojos y volver a lo que siempre funcionó. Si ves a alguien con su rebaño, no pienses que está estorbando; piensa que es uno de nuestros mejores bomberos. Anímate a hablar de esto con tus vecinos, en el bar, en el centro cultural. Es hora de que el ganado vuelva a tener el valor que se merece, y que todos pongamos de nuestra parte para proteger lo que es de todos.