La Gaviota De Mis Sueños

Me preocupa en extremo la posibilidad de reencarnarme, porque nadie ha sido capaz de explicarme qué papel jugaré llegado el momento.

Si tuviese la posibilidad de poder elegir, no me importaría reencarnarme en un ser vivo que no fuese un humano, por una razón, porque dada mi habitual tozudez reincidiría en volver a ser yo mismo.

Puestos a imaginar, me horroriza pensar que me reencarnase en alguien al que en mi primera vida hubiese aborrecido.

Debo reconocer que siempre quise ser una gaviota y tal vez ese deseo haya ido adquiriendo fuerza hasta convertirse en un sólido y constante anhelo.

Eso de poder volar a mí antojo jugando con las brisas marinas y bailar dejándome llevar por corrientes caprichosas de leves ventiscas me sigue fascinando.

Planear plácidamente a ras de las olas, dejando que mis alas acaricien las rizadas aguas de las vibrantes mareas, o bordeando acantilados aprovechando las siempre caprichosas térmicas, me mantienen extasiado…

Todo es cuestión de fe y no resulta tan descabellado tener fe en algo tan asequible como una gaviota…

Las gaviotas me transmiten una imagen de paz, de libertad, de elegancia, de sosiego, de serenidad… es por esto que esté siempre permanentemente en mis sueños…

Siempre representó en mí la más exultante definición de libertad, una incontenible delicadeza, un plácido susurro, o el caprichoso rumbo nacido del cadencioso vuelo de una gaviota.

En mis sueños se recrea la sublime sensación de poder vivir en aquella atalaya del inaccesible acantilado de la agreste cortada de afilados riscos.

Es la dislocada armonía que ofrece la gaviota paseando erguida por las sosegadas playas de cálidas arenas. Doradas arenas bañadas por las ya amansadas olas, entre puntillas y cenefas de inmaculados encajes, que bailan entre espumas de algodón y burbujas transparentes de irisadas y anacardas tonalidades…

Aquella gaviota que al volar baila valses al son de cánticos de sirenas, cornetas de caracolas y silbos de embravecidos vientos.

Aquella que viaja de polizonte en veleros, posada en el mástil de la vela mayor, abanicada por el continuo ondear de la bandera siempre dispuesta al ritmo que dictan los vientos.

Soñé ser la gaviota que se deja mecer por brisas llenas de caricias, de sabor salino, yodado y perfumados con algas marinas.

Es la gaviota ave desconfiada, abrazada a su siempre caprichosa rosa de los vientos, pendiente del regalo que le supone el sustento servido en los plácido atardeceres e ilusionantes amanecidas llenos de frutos del siempre generoso mar que deja a sus pies todo tipo de manjares…

Mas, de pronto, estando a punto de alcanzar mis sueños de transformarme en gaviota, cuando la vida parecía haberse extinguido en esta ya inevitable ancianidad, algún espasmo me despierta y de nuevo renacen los sueños …

Mi gaviota, la gaviota en la que me iba a reencarnar hace unos amaneceres, se muestra radiante con una luz plena de destellos dorados que iluminan mi reverdecida esperanza…

Si de verdad he de reencarnarme, puesto a soñar, puesto a pedir, puesto a hacer realidad mis ilusiones, quiero reencarnarme en una gaviota inextinguible, infinita, eterna, imperecedera…

En aquella gaviota que vuela siempre recortando horizontes, la que baila balses interpretados por un coro de sirenas, la que muestra la blancura inmaculada de sus alas y el pecho azulado reflejando aguas marinas.

Esa es mi gaviota, esa es la gaviota elegida, esa es la gaviota que cada mañana veo reflejada en el espejo al que hace tiempo dejé de verme…

Enrique García-Moreno Amador

Presidente del Ateneo de Ocaña

Escritor y amante de Ocaña y su historia

Tags: El Atril de Enrique García-Moreno

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