El estudio de la iconografía religiosa tradicionalmente ha puesto el foco en las figuras masculinas del canon bíblico, como los evangelistas o los patriarcas.
Sin embargo, un análisis de las pinturas al fresco del pintor Tomás Belando (1757) en el Santuario de la Virgen de Gracia de la villa de Biar, revela una perspectiva radicalmente distinta.
En lugar de los habituales tetramorfos (los símbolos de los cuatro evangelistas), las pechinas de la cúpula de esta ermita representan a cuatro heroínas del Antiguo Testamento: Judit, Ester, Yael y Rut. Esta elección iconográfica, inusual para la época, otorga un papel protagónico a la mujer y sugiere una lectura proto-feminista del espacio sagrado.
Judit y la liberación por la fe
La representación de Judit, con la cabeza de Holofernes en la mano, evoca el conocido relato del Libro de Judit. Esta obra no solo narra la liberación de Betulia del asedio asirio, sino que también ensalza la astucia, la valentía y la profunda fe de una mujer que se expone al peligro para salvar a su pueblo. La pintura de Belando subraya este acto de heroísmo, equiparándolo simbólicamente al amor y sacrificio de la Virgen María. A diferencia de las interpretaciones renacentistas que a menudo se centraban en la violencia del acto, aquí el énfasis parece recaer en la motivación y la conexión con la devoción a la propia comunidad.
Ester, la reina que salvó a su pueblo
La figura de Ester, la huérfana judía que se convierte en reina de Persia y salva a su pueblo de un genocidio, es un símbolo de resiliencia y poder femenino. Su historia, similar a la de Judit en su propósito, demuestra cómo la inteligencia y el coraje de una mujer pueden cambiar el destino de una nación. La inclusión de Ester en este conjunto iconográfico refuerza la idea de que las mujeres, incluso en contextos de cautiverio o adversidad, poseen una fuerza innata para la defensa y la supervivencia de su comunidad.
Yael, la heroína que selló la victoria
La pintura de Yael captura el momento decisivo en el que esta mujer, cuyo nombre significa «hija de Dios», mata a Sísara, el general del ejército cananeo, con una estaca. Este acto, descrito en el Libro de los Jueces, es un ejemplo de la participación directa y a menudo brutal de las mujeres en las gestas de liberación de Israel. La representación de Yael en la ermita de Biar no solo honra su valentía, sino que también la consagra como una figura de liderazgo y determinación, equiparable a los jueces masculinos de su tiempo.
Rut, la mujer sabia y virtuosa
A diferencia de las tres anteriores, que se destacaron por sus hazañas militares, Rut representa un tipo diferente de heroísmo: el de la fidelidad y el sacrificio personal. Al acompañar a su suegra Noemí de regreso a Belén, Rut demuestra un amor incondicional que trasciende los lazos de la sangre y las fronteras culturales. Su historia de virtud, lealtad y posterior matrimonio con Booz, que la inserta en la genealogía de David, subraya la importancia de las virtudes femeninas en la continuidad del pueblo de Israel.
Conclusión
La elección de estas cuatro figuras femeninas para decorar la Ermita de la Virgen de Gracia de Biar no es casual. Rompe con la iconografía tradicional y propone una reinterpretación del espacio sagrado, donde las mujeres son las protagonistas de la historia de la salvación. El conjunto de Judit, Ester, Yael y Rut, junto a la advocación mariana de la ermita, transforma este lugar en un santuario que no solo honra a la Virgen, sino que también celebra la fuerza, la fe y la determinación de las mujeres. La obra de Tomás Belando en Biar constituye un testimonio visual del protagonismo femenino en la fe, un recordatorio de que las heroínas bíblicas pueden y deben ser referentes de devoción y coraje.
Esta particular visión de la fe, centrada en la mujer, nos invita a reflexionar sobre la importancia de reconocer y dar valor a los roles femeninos en la historia, no solo en un contexto religioso, sino también social y cultural.