La Semana Santa de La Puebla de Montalbán llega un año más para conmemorar la pasión, muerte y resurrección de Jesucristo.

La Semana Santa son días de reflexión y de alegría, de conversión y de penitencia. Las tradiciones cristianas se expresan y se manifiestan a través de los siglos y la fe va reforzándose y renovándose.

Un año más se conmemora el sacrificio de Dios, un dios doliente, hecho de sangre de hombre que luchó contra la injusticia y la muerte.

Llega la Semana Santa, las cofradías preparan las andas, retocan las imágenes preparan sus túnicas para salir a la calle… Túnicas que presentan diversos colores como morados, blancos, negros o granates caracterizando los desfiles procesionales que se realizarán durante los próximos días por las calles de la Puebla.

La Semana Santa pueblana carece de grandes tronos y de imágenes de artistas de renombre universal. Es una Semana Santa humilde, austera y sobria pero que invita al recogimiento y a la contemplación.

El Domingo de Ramos da el pistoletazo de salida a esa etapa de recogimiento y conversión. Este día, los católicos rememoran la entrada triunfal de Jesús en Jerusalén. En esta villa la muchedumbre celebra esa llegada portando palmas y ramos de olivo. Palmas que se levantan rectas hacia el cielo y ramos de olivo que claman constantemente al hijo de David. Son los Hosannas de personas que, como niños, lanzan sus gritos de alegría al viento.

La llegada del Jueves Santo rememora la Última Cena del Señor.

Antes de cenar Jesús lavó los pies a sus 12 apóstoles. En la parroquia, siguiendo este ejemplo de humildad, el sacerdote lava los pies a doce personas reforzando el mensaje que nos dio nuestro Señor «el que quiera ser mayor entre vosotros que se haga servidor de todos».

Durante la cena Jesús toma el pan, lo bendice y dice: «tomad y comed, este es mi cuerpo»; coge el Cáliz y dice: «tomad y bebed, esta es mi sangre». Mediante estas palabras Cristo entrega su sangre como alianza entre Dios y los hombres y da potestad a los apóstoles para distribuirla como alimento divino de la humanidad, quedando instituida la Sagrada Eucaristía.

Los pueblanos rememoran esta Eucaristía rezando las estaciones ante Jesús Sacramentado, expuesto en los diferentes templos del municipio, y acompañando, por la noche, en procesión al Cristo Atado en la Columna, a Nuestro Padre Jesús de Medinaceli, al Cristo con la Cruz a Cuestas, al Santísimo Cristo de la Expiración y a la Santísima Madre Nuestra Señora del Mayor Dolor y Angustia en absoluto silencio. Es la Procesión del Silencio. Silencio roto por las marchas procesionales y las saetas.

El Viernes Santo está presidido por la Cruz sobre la que Cristo murió. A Jesús lo mataron por predicar y cumplir las Bienaventuranzas. Hoy todos adoran y contemplan ese trozo de madera donde estuvo clavada la salvación del mundo.

En la tarde del viernes en la Puebla se representa el Santo Entierro y para ello procesionan San Juan, Nuestra Señora de las Angustias, el Santo Sepulcro y la Virgen de la Soledad Coronada.

La Virgen marcha junto a su hijo transida de dolor. Un dolor humano, un dolor de mujer, un dolor de madre.

María es la gran ausente de la liturgia de la Semana Santa ya que apenas aparece en los Evangelios y, por ello, hay que acompañarla. ¡Qué todos los pueblanos vayan y la recen y le digan los más finos piropos porque como mujer que sufre hay que consolarla y como madre hay que mimarla!

Y como todo principio tiene un final, llega la celebración más importante del año: la Vigilia Pascual.

La luz de Cristo resucitado rompe las tinieblas. Esa luz, representada por el Cirio Pascual, anuncia que Jesús ha vencido a la muerte y trae la esperanza de una nueva vida. En la Eucaristía el cántico de Gloria viene acompañado del sonido de las campanas de la Torre y demás templos del pueblo en un incesante y estremecedor repique.

Ha llegado el momento del encuentro de la Madre con su Hijo Resucitado. Nuestra Señora de la Encarnación ha abandonado el luto cambiando su manto negro por otro blanco. El dolor se ha transformado en dicha: ¡Cristo ha resucitado!

Pueblanos y pueblanas, ¡Feliz Pascua de Resurrección!

Tomás Herrero Herrero

 

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