Villena ha dado la bienvenida oficial a sus Fiestas de Moros y Cristianos con el tradicional pregón, un acto que marca el inicio de días de celebración, tradición y fervor. El sacerdote villenense Carlos Flor, afincado en Boston (EE.UU.), ha sido el encargado de dar el pistoletazo de salida desde el balcón del Ayuntamiento, resonando en el corazón de todos los asistentes.
Desde el balcón consistorial, Carlos Flor, miembro de la Comparsa Moros Nuevos, recordó sus vivencias en la ciudad que lo vio nacer y crecer, emocionando al público presente. El pregonero, quien dejó Villena hace 34 años para ingresar en un seminario internacional en Estados Unidos, compartió con los vecinos la emoción de revivir su historia y la de sus fiestas.
Con el pregón de Carlos Flor, Villena se sumerge en unas jornadas de música, color y tradición. ¡Que suenen los pasodobles y que empiecen los desfiles! La emoción ya se siente en cada rincón de la ciudad.
A continuación, reproducimos el pregón íntegro:
“¡Qué jaranero!”
¡Querida ciudad de Villena!
¡Feliz Día 5 de Septiembre!
Gracias, Sr. Alcalde, por el honor que me ha concedido de pregonar las Fiestas de este año. No encuentro palabras para agradecer este privilegio, que me emocionó desde el primer momento y que hoy me hace sentir pequeño y consciente de tamaña responsabilidad. Espero corresponder a todo el afecto y el apoyo que he recibido de tantas personas durante estos días. ¡Muchas gracias!
Saludo también al Concejal de Fiestas, al resto de la Corporación Municipal, a las Autoridades presentes, al Presidente de la Junta Central de Fiestas, querido Paco, a la Presidenta de la Junta de la Virgen, a las Regidoras, madrinas y cargos festeros. Un saludo muy especial a todos los festeros y festeras, componentes de las catorce comparsas, y a las Bandas de Música que nos acompañáis en esta plaza. No quiero olvidar a todos los que por distintos motivos no podéis estar hoy con nosotros, aunque espero que nos acompañéis a través de los medios de comunicación.
No es la primera vez que el pregonero es un sacerdote. Tampoco, la primera vez que ese sacerdote es Moro Nuevo. Pero sí, la primera vez que el pregonero es ciudadano de los Estados Unidos, gran devoto de la Morenica y entusiasta embajador de nuestras queridas Fiestas de Moros y Cristianos.
Paco Rosique y yo, cuando éramos jóvenes y durante unos años, en las noches del día 4 dábamos un pregón de fiestas anticipado, con sorna y cachondeo, junto al amigo Juan Pablo Salguero, desde el balcón de la peña el Tintero, para deleite y diversión de todos nuestros amigos. Quién nos iba a decir que años después estaríamos juntos en este balcón: Paco, como Presidente de la Junta Central y un servidor a cargo del pregón.
He venido muchos años a escucharlo. En una ocasión le pedí a mi padre que nos subiéramos al tejado de la Iglesia de Santiago y subimos un par de años juntos con mis sobrinas. Mi padre,
Carlos, apreciaba mucho el pregón de Fiestas; era uno de esos festeros a los que le gustaba siempre, se dijera lo que se dijera, porque era una persona con un gran corazón. Espero que, desde el cielo o quizá desde ese tejado, mi padre os dé un poco de ese espíritu para que os parezcan bien estas modestas palabras.
¡Villeneros y villeneras, visitantes que habéis llegado estos días a disfrutar de nuestras Fiestas!
¡Os anuncio a todos una gran alegría: han llegado las Fiestas de la Virgen de las Virtudes! Fiestas que comienzan con este pregón, por orden del señor alcalde, y que van a llenar de alegría, de emoción, de sentimiento, de color, de sones musicales y del ruido de pólvora a esta Muy Noble, Muy Leal y Fidelísima ciudad de Villena y a todos los que nos visitan.
Llamar a nuestra ciudad noble, leal y fidelísima quiere decir que, a lo largo de cinco siglos, Villena ha sabido mostrarse hospitalaria, cercana, libre, tranquila y abierta al mundo; como dice nuestro pasodoble “complaciente y generosa, siempre pródiga en el dar.”
Pero este pregonero no quiere olvidar que, pocos años antes de la concesión a Villena del título de Ciudad, cuyo quinto centenario estamos celebrando, ocurrió un hecho que marcó profundamente nuestra manera de ser, que dejó una huella decisiva en la personalidad de nuestro pueblo. La aparición milagrosa de la imagen de la Virgen de las Virtudes en la Fuente del Chopo, que llenó de esperanza y sanación física y espiritual a nuestros antepasados quienes, agradecidos por tantas gracias recibidas por su intercesión, decidieron realizar un voto anual y unas fiestas en honor a esta sagrada imagen. Fiestas que durante estos cinco siglos han influido de manera determinante en el carácter propio de nuestra ciudad. Fiestas que en el siglo XIX se desarrollaron y evolucionaron hacia lo que hoy son nuestras espectaculares Fiestas de Moros y Cristianos.
Por tanto, anuncio con ilusión y emoción, con el corazón lleno de mi amor a Villena y a la Virgen de las Virtudes, que en este año de efeméride para nuestra Ciudad, los villenenses queremos ser, una vez más, fieles a nuestra identidad. Con estas Fiestas vamos a expresar el latido profundo de un pueblo que no sólo vive la vida: la honra y la viste de fiesta y de color. Vamos a celebrar así, con orgullo, lo que hemos sido más de cinco siglos. Y en cada rincón de
estas Fiestas o en cada acto festero, se va a respirar nuestra esencia y la vamos a celebrar sin medida, con alegría desbordante, disfrutando del tiempo presente y confiando que nuestro futuro estará siempre en buenas manos: las manos de nuestra Madre la Morenica, Patrona de Villena.
No vengo a dar un sermón, pero como sacerdote no puedo olvidar que este año 2025 es un año de jubileo en la Iglesia. Un año jubilar se celebra cada 25 años como un año especial de perdón y de renovación de nuestras relaciones con los demás, para que en el mundo se restaure la paz, el perdón y la esperanza. En la sagrada escritura se nos dice que el jubileo se anunciaba con el sonido del shofar, que era un cuerno de carnero que sonaba como una tromba, un sonido que anunciaba la fiesta. Cuando el pueblo de Dios escuchaba el shofar, el sonar de esa trompeta tenía la capacidad de estremecer el corazón de cada persona porque era como la voz divina que les anunciaba que llegaba el tiempo de descansar, de reconciliarse, de festejar y de sentirse libres. El sonido se convertía en palabra, y esa palabra era: ¡alégrate! ¡Es tiempo de fiesta! ¡Qué jaranero!
Del mismo modo, emocionantes sonidos han ido inundando Villena de alegría y júbilo en los últimos días, para que el corazón de nuestra ciudad abra sus puertas de par en par. La trompeta anunciadora de nuestras fiestas fue el sonido de los arcabuces, que el día del Pasacalles proclamó a toda la ciudad que ya no es tiempo de rencillas, odios ni divisiones, sino de fiesta, de compartir y de celebrar. El sonido de la pólvora, que en otras ciudades del mundo es sinónimo de guerra y destrucción, aquí se convierte en voz de esperanza y confraternidad.
Hay otro sonido que se escuchó en la tarde del día del Pasacalles durante la Romería: el sonido de la campanica de San Bartolomé. Es una campana pequeña, humilde, pero su volteo inexorable se convierte en la voz que anuncia y repica: ¡Que llega la Virgen! ¡Que llega la Virgen!
¿Y quién no se ha estremecido esta mañana cuando ha pasado una banda de música por su puerta? El sonido de las bandas en la mañana del día 5 se convierte en la voz que dice: ¡Ya estamos en Fiestas!
Este sonido va a inundar esta misma plaza en breve. Serán los sones del pasodoble ‘Villena Festera’, la voz que va a anunciar a villeneros y villeneras, desde el Castillo al Rabal, que es tiempo de disfrutar.
Y a continuación, más sonidos: los sones de la Fiesta del pasodoble. Momento en el que las Bandas de Música desfilarán por nuestras calles y sus sones se convertirán en voces que anunciarán como dice el pasodoble: “un año entero soñando con el día cinco, y ¡ya ha llegao!”
Y esta tarde llegará el sonido más esperado por todos: un sonido simple y sencillo que tiene la fuerza de estremecer a toda una ciudad, el sonido seco y grave de un bombo, el doble golpeo del bombo de la laureada Banda Municipal de Villena, que, con su grave y profunda voz, nos anuncia a todos que ya comienza La Entrada.
Arrancará La Entrada y cada uno, en la medida de sus posibilidades y tal y como nos lo enseñaron nuestros padres y abuelos, será invitado a vivir estos cinco próximos días las Fiestas que muchos de nosotros vivimos desde la cuna, las que nos recuerdan que, aunque pase el tiempo, seguimos siendo la misma gente noble, valiente, y alegre, que siempre ha sabido celebrar la vida y que nos negamos a olvidar quiénes somos, disfrutando de esta hermosa herencia que son las Fiestas de Moros y Cristianos.
Y cuando esta tarde nos vistamos con los colores de nuestra comparsa, colores que nos recuerdan las Virtudes de la Morenica, recordemos que no son solo telas, rasos, bordados, hilos o metales: son historia, la memoria viva de quienes nos han precedido, la alegría de los que desfilamos a bloque con los mismos colores y trajes, sintiéndonos comparsa, sin diferencia ni distinción, ni clases ni barreras, ni muros ni ideologías que nos separen.
Y todo esto acontecerá en estos cinco intensos días, en los que se ríe, pero también se llora mucho; en los que se descansa, pero no se para; en los que te enfadas por cosas que salen mal, pero que al final se resuelven en un abrazo en la comparsa, en una comida juntos en la escuadra o en un pedirnos perdón en casa. Ese es el jubileo verdadero: el de la reconciliación, el del abrazo emocionante del Moro y el Cristiano en la Conversión. Esa es la Fiesta que desea para nosotros la Virgen de las Virtudes.
Y así llegará la tarde del día 9, donde en esta misma plaza, no solo serán sones. Ahora sí se oirá una voz potente, conmovedora: la voz de una comparsa vestida de raso y oro, ¡qué jaranero!, que cantará con esperanza en nombre de toda Villena “DIA 4 QUE FUERA Y LO PASAO, PASAO.”
Nací en un hogar muy festero. Desde niño me gustaba ver desfilar todas las comparsas. En el balcón de la Sastrería Calvo, con mis tíos Alfonso y Pepita, y los ojos como platos, no me perdía detalle. Pronto nació mi deseo de ser cabo de gastadores. Comencé a asistir a los ensayos en la Cábila con Rafa Valor, y salí de cabo desde niño en los Moros Nuevos hasta que me fui al Seminario. Esperaba todo un año para volver a sentir el calor y el peso del traje de raso y oro sobre los hombros, agradecido de tener una madre que se preocupaba de que nunca se quedara pequeño o viejo ninguno de los elementos del traje. ¡Gracias, mamá!
Mi admiración por las comparsas ha sido siempre tal que, con sana envidia festera, hubiese deseado salir en todas. Hubiese querido lucir, ‘al desfilar, la pluma que al viento va’ detrás del Tito; o arrastrarme marcial en un bloque de Manolo Díaz; o salir en alguna escuadra especial realista; o poder desfilar cantando ‘muy bien, muy bien por los Nazaríes’; o ser Berebere, Marino Corsario, Ballestero, Almogávar, y pertenecer a alguna de esas maravillosas familias festeras que son las comparsas más pequeñas en número, pero grandes por su buen hacer. Me hubiese gustado darme volteretas como pirata por la Corredera, o salir en la misma comparsa de mis amigos de infancia, para no tener que comprar todos los años el pase de la Troya (por cierto, ¡Felicidades Estudiantes por 50 años de Troya en la piscina!); o haber aprendido a voltear una navaja contrabandista; o ser Masero y ‘el día 5 desfilar y el 8 a la patrona acompañar’; o por supuesto, desfilar convencido de que saldrían ‘las niñas al balcón para ver pasar de Villena lo mejor.’
Por eso, gracias a José Plinio que me vistió de pirata y a los Perseguidos que me hicieron pasar la cabalgata más épica de mi vida; a Paco y a Rafa que me vistieron de estudiante; al Tintero y al Birrete por todo lo vivido; gracias a la familia Ferrándiz Díaz y a mi primo Fernando que me vistieron de Marino Corsario; a la familia Hurtado Verdú y a mi prima María Rosa, que me vistieron de Andaluz; a la familia Cabanes, mis vecinos, que me vistieron de Masero, y ¡cómo no!, gracias a la Mano Alada por hacerme un hueco en vuestra maravillosa escuadra.
Muy en especial, gracias a los Moabitas y a mi cuñado Juan Carlos, porque me hacéis sentir más Moro Nuevo y uno más de vosotros.
Gracias a toda mi familia y a mi comunidad que me acompañáis en el camino de la fe en el Niñico de la Virgen, porque su amor es la verdadera razón de nuestra alegría. Un abrazo grande a todos mis amigos, en especial a los Mazinger y sus esposas. Y un recuerdo cariñoso a las villeneras, nena, como dice el pasodoble, las villeneras que me tuvieron chiflao.
Por último, anuncio a todos los villenenses y visitantes que no desfilaréis esta tarde, que os quitéis el velo de pensar que ya lo habéis visto todo y que abráis bien los ojos para admirar las escuadras más espectaculares, los bloques más asombrosos, los cabos más inigualables y, sin duda, los desfiles más alegres de todo el panorama festero. En nombre de todos los que desfilamos os damos las gracias a los que desde los balcones, tribunas y sillas de las calles vais a aplaudir con ilusión nuestro paso. Esta tarde las calles de Villena se llenarán con familias que se sienten parte igual del espectáculo. ¡Que no se quede nadie en casa y que se llenen todas las sillas!
Para terminar quiero haceros una súplica: esta tarde, cuando suene el pasodoble La Entrada, ruego a todos que se olviden de esa letrilla popular sin sentido y disparatada que compara a Villena con Madrid. Perdonadme, pero con el mayor respeto hacia la capital del Reino, VILLENA SÍ ES VILLENA, y no necesita compararse con nadie más. Con el permiso del señor alcalde, tenéis menos de cuatro horas para aprender esto:
Villena,
puedes ostentar orgullo por tener en suelo tuyo
la mujer más noble y buena; la mujer que por su encanto ni una estrella fulge tanto.
Villena,
y aunque anidas bajo el cielo los vergeles más gentiles,
yo me afano con desvelo por brindarte flores miles a tu hermoso y santo suelo.
Villenenses, que cada ‘viva’ ahora resuene tan fuerte como arcabuzazos y que tiemblen hasta las piedras de nuestra plaza.
¡VIVA LA VIRGEN DE LAS VIRTUDES¡
¡VIVA EL NIÑICO!
¡Y VIVA VILLENA Y LAS FIESTAS DE LA VIRGEN!
¡QUE COMIENCEN LAS FIESTAS!