Las Señoritas Y Sus Señorías

En los pueblos más primitivos y por tanto en todas las civilizaciones, ha estado presente la prostitución como remedio a multitud de perversiones, excesos y depravaciones propias de la parte animal de los humanos.

Desde los primeros tiempos siempre hubo alguien dispuesto a comprar y otro a vender cualquier tipo de mercancía, incluido el ser humano, porque la esclavitud se presenta en diferentes formatos.

La historia es pródiga en pasajes donde la prostitución figuraba como una de las prácticas profesionales más antiguas del mundo.

Resulta curiosa su presencia  a través de los siglos fuera cual fuere la clase social, condición, nivel económico, o cultural, resultando curioso comprobar que en las esferas más altas sólo variaba la denominación no el ejercicio; la forma no el fondo; el modo no el individuo, siendo que  a medida que se elevaba el estatus, se imponía el empleo de una falsa y pretenciosa manera de denigración personal, con el fin de encubrir el vicio y la depravación con derivas a refinadas retóricas para edulcorar la realidad.

Y en este pintoresco modo de ocultar la siempre escabrosa denominación, se encuentran los respetuosos, pausados, contenidos, ceremoniosos, comedidos y educados japoneses, con la dulce denominación de geisha, a lo que en occidente la clase selecta denomina señoritas de compañía.

Resulta llamativo cómo el negocio de la prostitución se desarrolla en países de refinados modos donde un delicado ceremonial esconde el mayor grado de perversión y degradación, donde se compra y se vende la virginidad y la edad de la mujer como objeto de poder.

Allá entre arrozales, flores de loto y almendros en flor se ofrecen puestas en escena plena de liturgias, donde se ocultan despiadadas delicadezas, sutiles romanticismos y acompasados y refinados rituales, donde se esconde el mayor y más sofisticado ejercicio de galanterías.

En los países más prósperos, en plena evolución industrial y comercial, se «importan mujeres», unas veces captadas por las mafias, otras por elección propia y otras por imperativo que exige la necesidad, la miseria y el hambre.

Y como la prostitución no entiende de credos, ideologías, doctrinas, ni pensamientos; de nada nos sirve que determinadas ideologías traten de abanderar su pretendida lucha con sentencias como, «A Dios rogando y con el mazo dando» «Haz lo que digo no lo que hago»

Es bien conocida que la prostitución en el mundo mueve centenares de miles de millones de dólares, constituyendo una de las grandes «transacciones comerciales» a través de mafias y organizaciones sin escrúpulos que trafican con carne humana sin el menor pudor.

Ciertas ideologías, doctrinas y pensamientos llevan a gala, en un ejercicio de absoluta hipocresía, terminar con lo que representa un lastre social y nos encontramos con la sorpresa de ser ellos los principales consumidores.

Militares, políticos, clérigos, nobles y gentilhombres potenciaron el ejercicio de la prostitución creando todo tipo de niveles, que van desde la más alta concepción del lujo, hasta el más bajo espectro, empleando ridículos, pretenciosos y grotescos eufemismos.

No hace mucho oí a algún representante político, que iban a meter en la cárcel a todos los puteros, terminando así con las señoritas de vida alegre, que llegaron a alcanzar la posibilidad de sindicarse como trabajadoras del amor.

Existe la creencia que si no hubiera demanda no habría mercado, porque oferta y demanda siempre han ido unidas de la mano.

Y es en estos días, en pleno signo XXI cuando estallan, una vez más, escándalos a través de la prostitución donde políticos, clérigos y reyes se ven envueltos en ese sórdido mundo del consumo de cuerpos en alquiler.

Y como estamos viendo estos dias, ministros, directores generales, clérigos y jefes de estado «compran» por catálogo señoritas a las que si es necesario van de jefas de gabinete.

Enrique García-Moreno Amador

Presidente del Ateneo de Ocaña

Escritor y amante de Ocaña y su historia

Tags: El Atril de Enrique García-Moreno

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Enrique García-Moreno Amador

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