Este fin de semana, la iglesia de los Dominicos en Ocaña ha sido el escenario de una emotiva celebración en honor a la figura de Santo Domingo de Guzmán, fundador de la Orden de Predicadores. Los feligreses y miembros de la Orden se congregaron para rendir homenaje a su patrono con una conmemoración que incluyó la exhibición de una imagen del santo en su altar mayor, adornada con flores y un cuidadoso montaje que resaltaba su figura y legado.
La celebración ha servido como un recordatorio del profundo impacto de Santo Domingo en la Iglesia. Como se ha podido recordar en los textos disponibles para los asistentes, Santo Domingo de Guzmán, nacido en Caleruega (Burgos), dedicó su vida a la predicación y a la defensa de la fe. Tras sus años de estudio en Palencia, donde se destacó por su erudición y caridad —llegando a vender sus libros para ayudar a los más necesitados—, emprendió una labor evangelizadora que lo llevaría a fundar la Orden de Predicadores en 1216, con el fin de combatir las herejías de su tiempo mediante la palabra y el ejemplo.
La labor de Santo Domingo fue reconocida oficialmente por el Papa Honorio III, quien el 22 de diciembre de 1216 aprobó la nueva Orden de frailes, otorgándoles el título de «Predicadores». Este fin de semana, la comunidad dominica en Ocaña ha revivido el espíritu de su fundador, un «apóstol incansable de Cristo» que dejó un legado de inteligencia, caridad y servicio.
La conmovedora devoción mostrada por los asistentes en Ocaña es un testimonio de cómo la figura de Santo Domingo de Guzmán sigue inspirando a la Iglesia y a sus fieles, manteniendo viva su herencia de fe y servicio.
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