Soy de Villatobas, un pueblo pequeño de Toledo. Todos los años, en Semana Santa, se representa la Pasión de Cristo. Es una tradición muy importante para nosotros, y siempre me ha gustado participar.
Un año, me invitaron a ser figurante en la representación. Me asignaron el papel de un hombre que vivía en una casita a la subida al cerro donde se representa la Pasión. La casita era muy pequeña y estaba llena de fuego.
Un sábado, estaba yo dentro de la casita cuando entró un niño. El niño se quedó mirando el fuego y la casita, y yo me quedé flipando. Le regalé unos caramelos que tenía en la mesita, y al rato empezó a venir más gente. Yo estaba tan emocionado que no me di cuenta de que se estaban acabando.
El domingo, se volvió a representar la Pasión y compré caramelos por mi parte. De nuevo, mucha gente vino a la casita a pedirme caramelos.
Al acabar la representación, cambiaron de presidente de la asociación que organiza la Pasión. El nuevo presidente no me llamó para participar al año siguiente.
Un año después, vi a la gente que venía a la Pasión comentando que la casita donde daban caramelos estaba cerrada. Me sentí fatal porque me gustaba mucho dar caramelos a los niños.
Esta anécdota me enseñó que un pequeño gesto de generosidad puede alegrar a mucha gente. También me enseñó que la solidaridad es importante, y que debemos ayudar a los demás siempre que podamos.
Espero que esta historia os haya gustado. A mí me ha servido para recordar que todos tenemos la capacidad de hacer del mundo un lugar mejor, con pequeños gestos de generosidad y solidaridad.
Gracias por escucharme.