No es comprensible lo que está pasando en este país tan complicado y al mismo tiempo tan divertido y variopinto.
Por un lado, tenemos una España desenfadada, alegre y festiva; por otro, pasional, perdida y confundida.
También nos encontramos con otra burlona, vividora, pícara y derrochona.
Y en estado de shock un pais endeudado hasta la médula, gastando a manos llenas con el registro de la deuda más grande de su historia, camino de 1’7 mil billones de euros.
A pesar de todo, aquí tenemos las carreteras con un tráfico desmesurado cada puente, fin de semana o víspera de festivo.
Centros comerciales a reventar, restaurantes, cafeterías, terrazas abarrotadas, y las ventas por internet disparadas.
Los independentistas, separatistas, antisistema y camorristas se multiplican como hongos, campando por sus respetos, comiendo a dos carrillos y mostrando sin ningún rubor una extremada voracidad, unida a una descomunal insatisfacción.
Lo cierto es que la sociedad está tan entretenida en subsistir, que llegar a fin de mes es un triunfo magnífico para los que los meses son de veinte días.
Y como siempre sucede, serán los más débiles los que terminarán pagando la fiesta.
Los sociólogos vaticinan de manera unánime, que se aproxima una gran crisis a velocidad de vértigo, que impondrá nuevos conceptos, haciendo emerger nuevos valores, que terminarán poniendo patas arriba el sistema social, político y económico actual.
Si sirve de reflexión, la segunda causa de baja laboral en España son las enfermedades mentales, y es que con esta sociedad dislocada no es extraño que estemos perdiendo el equilibrio emocional que a duras penas mantiene en pie a cientos de miles de autónomos a punto echar el cierre al tener que asumir el pago de impuestos incluso antes de empezar a trabajar.
Y es que los hemiciclos parecen haber sido invadidos por cientos de vampiros dispuestos a dejarnos sin una gota de sangre, mientras revolotean sin parar emitiendo un ensordecedor ruido.
Y para entretener al personal se fijan en el borrego de la legión para salir de inmediato en su defensa en un ejercicio de corporativismo con seres tan sensibles como los borregos.
Y es que algo se ha ganado en esta peculiar, pintoresca y singular sociedad que ha logrado cambiar la presencia de cabras por borregos.
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