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El cierre del tren Madrid–Cuenca–Valencia: un error político que la sociedad no debe aceptar

La lucha por el tren convencional Madrid-Cuenca-Valencia atraviesa una encrucijada decisiva: el ciclo clásico de los “plantes” reivindicativos muestra síntomas de agotamiento y reclama una renovación de fondo en las formas de activismo político y social. No basta con reiterar manifestaciones o peticiones institucionales para forzar la reapertura de la línea; hoy el reto exige estrategias creativas, coordinación multisectorial y una mirada propositiva capaz de trascender el lamento por los trenes perdidos.​

 

 

La experiencia local y nacional nos enseña que cuando un servicio esencial desaparece, las plataformas cívicas y los colectivos afectados deben reinventarse. En Cuenca, los grupos críticos han respondido convocando concentraciones frente a estaciones, organizando asambleas populares y generando alianzas con asociaciones rurales, sindicatos y partidos, para exigir un debate honesto sobre alternativas de movilidad y cohesión territorial. Esta movilización va más allá de la mera nostalgia ferroviaria; reivindica el derecho a la conectividad, a través de soluciones modernas y adaptadas al territorio.​

Las campañas de presión institucional no desaparecen, pero hoy conviven con nuevas rutas de activismo: la recopilación de firmas para iniciativas legislativas, la propuesta de mociones en ayuntamientos afectados, la articulación de debates públicos con expertos universitarios y la búsqueda de impacto mediático en prensa y redes sociales. La causa conquense ha de unirse, pues, a otras regiones que sufren la reconversión ferroviaria, sumando fuerzas en movilizaciones estatales para frenar el vaciamiento de España y el deterioro de la cohesión provincial.​

El activismo social complementario se nutre de la creatividad: campañas para difundir las consecuencias del cierre en la despoblación rural, propuestas de reconversión de líneas en rutas de turismo y transporte de mercancías, impulso a la electromovilidad y demandas de nuevos servicios personalizados de autobús y movilidad eléctrica. La alianza con empresas de transporte alternativo y la propuesta de una Cátedra institucional sobre Transporte Sensible a la Demanda ilustra la voluntad de experimentar con modelos flexibles y sostenibles, integrando tecnología y comunidad para paliar el aislamiento de las zonas afectadas.​

En este escenario, el activismo ya no pide solo el regreso del tren convencional, sino que propone soluciones para la revitalización territorial: conectar personas y oportunidades, defender la justicia social y asegurar el futuro de la España interior a través de políticas de movilidad innovadoras. Toca pasar la página del plante ritual y dar paso al activismo transformador: ese que, desde Cuenca, puede convertirse en modelo para otras luchas provinciales en la era de los grandes desafíos ferroviarios y sociales del siglo XXI.​

En una democracia madura, los errores de los gobiernos no deberían ser motivo de resignación, sino de reacción cívica. Frente al desencanto, la desinformación o la pasividad, la transformación política y el activismo social constituyen las herramientas más eficaces para rectificar el rumbo de las decisiones erróneas que afectan a la ciudadanía y a los territorios.

  1. La transformación política: de la queja a la propuesta

Transformar la política no implica destruir sus estructuras, sino reorientarlas hacia la ética pública y el bien común. Se trata de generar una nueva cultura de gobernanza basada en:

  • Transparencia y rendición de cuentas.
  • Participación social en la toma de decisiones.
  • Evaluación de políticas públicas que permita corregir errores sin esperar al ciclo electoral.

Esa transformación exige un nuevo tipo de liderazgo: menos propagandista, más dialogante; menos sectario, más cívico. Supone también recuperar el valor del desacuerdo constructivo como motor del progreso democrático.

  1. El activismo social: energía de cambio

El activismo social es el pulso moral de una sociedad viva. Cuando los gobiernos erran —por incompetencia, por intereses o por desdén hacia los territorios—, la sociedad civil se convierte en el principal agente de rectificación.
Sus armas son pacíficas pero poderosas:

  • Campañas ciudadanas bien documentadas.
  • Acciones simbólicas de visibilización.
  • Litigios estratégicos y presión institucional.
  • Redes de comunicación alternativas frente a la manipulación mediática.

En este sentido, el activismo no debe limitarse a la protesta. Ha de construir alternativas viables y movilizar la inteligencia colectiva para ofrecer soluciones frente al abandono o la desidia política.

  1. Hacia una alianza cívico-política

Ni los gobiernos pueden gobernar de espaldas a la sociedad, ni los movimientos sociales pueden vivir instalados en la pura resistencia. Es necesaria una alianza cívico-política, donde la sociedad civil funcione como contrapeso y radar moral del poder, y las instituciones aprendan a incorporar la crítica ciudadana como un mecanismo de mejora democrática.

La transformación política y el activismo social deben confluir en un mismo objetivo: someter el poder a la razón, y no la razón al poder.

  1. Rectificar no es rendirse

Reconocer errores y rectificar decisiones —como ocurre con grandes obras públicas, cierres de infraestructuras o políticas fallidas— no debilita a un gobierno: lo dignifica. Pero cuando la soberbia sustituye a la reflexión, la única vía que queda abierta es la movilización cívica organizada, la memoria crítica y la persistencia colectiva.

El tren Madrid–Cuenca–Valencia no es una reliquia del pasado. Es una infraestructura moderna, viable y necesaria para la transición ecológica, la accesibilidad rural y la igualdad de oportunidades. Su recuperación no sólo beneficiaría a Cuenca, sino al conjunto de la red ferroviaria nacional, reforzando el papel del tren como medio público, económico y sostenible.

  1. Nuevas formas de compromiso ciudadano

Organizaciones internacionales como Forus y Open Government Partnership destacan el crecimiento de formas híbridas de activismo, que combinan presión digital, desobediencia civil pacífica y colaboración institucional. En este contexto, el activismo digital se consolida como herramienta clave para visibilizar abusos, promover reformas legislativas y exigir responsabilidad pública.​

En conjunto, la transformación política actual se apoya en una alianza entre ciudadanía organizada y reformas de gobernanza, orientada a rectificar decisiones gubernamentales erróneas y fortalecer la legitimidad democrática mediante transparencia, debate público y educación cívica.

 

 

 

Juan Andrés Buedo

Doctor en Ciencias Políticas y Sociología
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Tags: Opinión

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