Cuando acababa de nacer Podemos, hace ahora diez años, renunció entre tamborradas y chirimías, a ser un partido político, constituyéndose como un juvenil movimiento vecinal que sorprendió al personal.
Uno de sus creadores, Pablo Iglesias, preconizó que Podemos sería considerado por la Historia, como un fenómeno social digno de estudiarse en las principales facultades de Ciencias Sociológicas y Políticas del mundo.
El hombre se encontraba tan exultante que se creyó el mesías del comunismo morado, sin hoces ni martillos, pero con el portentoso verbo del aprendiz fracasado.
Estos diez años han sido suficientes para sacar conclusiones de lo que representó Podemos, ya hablo en pasado, en nuestra sociedad, ya que su evolución no ha llevado un camino, ni ascendente, ni siquiera estable, simplemente ha sido como un globo mal anudado, que va perdiendo aire hasta convertirse en un higo deshidratado.
Los dirigentes dieron cumplidas muestras de su bisoñez, de carencias ideológicas, de marcada inestabilidad, de escaso nivel, de extrema mediocridad y, sobre todo, sin ninguna estrategia, ni destino definido que mostrar.
Sus dirigentes siempre estuvieron a la gresca por ese afán de partido presidencialista, donde el líder ejerció un absoluto dominio, un descarado autoritarismo y un marcado espíritu dictatorial, o lo que es peor, de secta, comuna o asentamiento de hippies en un campo de amapolas.
De aquellos fundadores apenas queda alguno, ya a la deriva y es hoy cuándo se ve bien a las claras lo que en realidad siempre fue Podemos, un grupo de talluditos universitarios, más o menos rebeldes sin causa, idealistas de manual de feria, revolucionarios de campus y de aulas abandonadas, que se entretenían en sus algaradas ideologías con los modelos del Che Guevara, Fidel Castro y demás guerrilleros caribeños.
Al estilo de aquellos “camaradas” moradores de campos de cañas de azúcar, cafetales y plataneras, que también hicieron sus círculos cerrados, pero en paisajes urbanos de la vieja España y la civilizada Europa.
Sus vidas se desarrollaron entre asambleas, saraos y festivas relaciones amorosas.
Hay que reconocer, que quererse se han querido a muerte, apasionadamente. Hasta ellos se morreaban con inusitada pasión, algo que no hacían ellas, mucho más pudorosas.
No nos resultó extraño comprobar en cualquier ámbito sus intensas relaciones amorosas.
Evidentemente, ellos y ellas, como les gusta diferenciarse, siempre hacen este tipo de diferenciación de sexos, no les gustan las palabras donde se incluyan el femenino y el masculino como muestra de una grotesca modernidad cutre.
Ellos estuvieron obsesionados en separar sexos en la calle, pero no en el catre. Siendo que a este que suscribe le parezca fenomenal, al dar sentido a aquel eslogan que animaba a la gente a hacer el amor, no la guerra.
A ellos, a la cúpula, a los dirigentes, a los líderes, a los jefes, les gusta la holganza, la buena vida, la chachara, el colegueo, el cerveceo…
Durante diez años unos cuantos camaradas se dedicaron exclusivamente a sacar frases, sentencias, consignas y spots publicitarios, para cada día sorprender al personal que los apoyó, mantuvo y alimentó.
Por ejemplo, ellos estuvieron en un gobierno al que le dieron su apoyo incondicionalmente por la mañana, para de inmediato criticar, incluso insultar por la tarde.
Ese fue su tan cacareado sentido de la libertad, lealtad y democracia.
La inmensa mayoría de la sociedad se ha dado cuenta de su juego insulso, incoherente y pueril; de su cambiante actitud y de su alocado comportamiento, lo que ha significado que sus ocasionales votantes les hayan abandonado como hacen los malos desodorantes.
Al final, aquellos cantamañanas fueron para el comunismo como una fístula en salva sea la parte y para los que quedan, tertulianos de tertulias mañaneras de programas de tv de chichinabo.
Ahora ha llegado una galleguiña melosa, empalagosa, edulcorada, cursi, charlatana y totalmente descafeinada y se ha montado un chiringuito al que se han ido todos los desubicados.
Al final Podemos resultó ser una gaseosa en manos de una pandilla de escolares, calentorra y sin gas.