Me pregunto el porqué de esa moda que hay de nombrar y comparar a Altea con Santorini. Ni lo es, ni lo necesita. Altea es especial, sólo basta pasear por sus calles y miradores con vistas al Mediterráneo para darse cuenta. Se lo demuestro enseguida. Ya verá.
Altea es una joya de la Costa Blanca en la provincia de Alicante. Acompáñeme. Caminamos por la calle de San Miguel llena de tiendas de souvenirs, de ropa, heladerías, de artesanía, … Una bicicleta de paseo con una cesta sobre su rueda delantera apoyada en una ventana enrejada invita al pedaleo. Lo haremos en otra ocasión, ya le contaré. Mucha gente hay de aquí para allá. Al final de esta calle se encontrará una de las vistas más icónicas de Altea, las cúpulas azules de la iglesia de Nuestra Señora del Consuelo.
Esta iglesia está situada en lo más alto del pueblo, se levanta majestuosa entre las casas. De estilo neobarroca, es un símbolo de Altea. Sus dos cúpulas decoradas con azulejos azules son visibles desde muchos puntos de esta población y desde bien lejos. Es uno de sus signos de identidad. En su interior descubrirá una nave ancha con florales dorados.
La plaza de la Iglesia es el corazón del casco antiguo. Es el sitio ideal donde no le importe que el tiempo se detenga, su salud lo ganará. Sus terrazas de bares y restaurantes es un buen punto de encuentro para disfrutar del sosiego, de la vista de esta iglesia y de las casas de paredes blancas que la rodean. Desde hace décadas esta zona se llenó de estudios de pintura y galerías de arte para mostrar en un lienzo la luz y el color de esta tierra y de este mar que baña sus orillas. Estos profesionales del buen gusto plasmado en un lienzo aprovecharon los mejores rincones para instalar sus estudios, las ventanas bien orientadas por donde se colaba esa luz característica de este litoral que iluminaba su estancia para inspirarles con su pincel las marinas que salían de su imaginación.
Es una zona de trasiego permanente, que discurre camino de otros rincones. Si sus calles empedradas son un espectáculo, no lo son menos sus miradores que se asoman al Mediterráneo con vistas panorámicas ilimitadas al mar. También a las montañas. La provincia de Alicante es la segunda más montañosa de España y aquí se demuestra por qué se combina tan bien la montaña y el mar. Altea es un paraíso en pleno Mediterráneo.
El Mirador de los Cronistas es nuestro siguiente rincón que visitamos en Altea, uno de los más concurridos. Desde este hay unas impresionantes vistas de la playa del Albir, la sierra Helada, la bahía de Altea y el mar. En días claros se ven también los rascacielos de Benidorm.
Altea es un pintoresco pueblo que cautiva a todos sus visitantes desde su casco antiguo por calles que bajan y miran al Mediterráneo. Seguimos caminando y nuestros pasos nos llevan al Portal Vell. Una vez más la población se asoma al mar y nos muestra unas vistas extraordinarias con el Peñón de Ifach destacando en el horizonte que hacen de Altea un lugar en un entorno único. No es de extrañar que sea uno de los pueblos más bonitos de España.
Seguimos. Vamos por la calle Mayor, empinada, con escalones en cada rellano, con un mosaico singular en el suelo. Los restaurantes dominan las plantas bajas. En los menús son protagonistas los arroces cocinados de diversos tipos, el pescadito frito, el calamar, la gamba roja, … Al final de la calle, de frente nos encontramos con el arco antiguo, recuerda que antaño Altea fue una población amurallada. Antes de atravesarlo, nos paramos a comer un arroz del señoret en unos de sus restaurantes más emblemáticos en la calle Salamanca con un vino blanco, Marina Alta, bien fresquito apropiado para este día caluroso, aunque esté un poco encapotado. No nos importa, no tenemos prisa.
Al salir por el arco antiguo el poeta Francisco Martínez Orozco nos recuerda que “Turista, tú que curioso, / recorres nuestro planeta, / detente y sube a esta plaza/que es la diadema de Altea. / Y desde la balconada/del borde de su meseta, verás un campo de edén/que cerca la esbelta Bernia/y creerás ver del cielo, /un trocito aquí en la tierra. /Tal vez te canse el subir,/¡pero bien vale la pena!”. Le invitamos a que le haga caso, nosotros venimos de allí