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EN BUSCA DE LA UTOPÍA

Nos pasamos la vida tratando de encontrar la felicidad y no se nos ocurre otra cosa que buscarla en restaurantes de lujo, en joyerías exclusivas, en cruceros de ensueño, o conduciendo automóviles premium.

Buscamos la felicidad en suntuosas salas de conciertos, en islas paradisíacas, o en hoteles de seis estrellas.

Consumimos nuestra existencia buscando la felicidad en el dinero, en el poder, en vestir ricas prendas de modistos de alto standing y flotando entre superficiales glamures

Y al final de nuestras vidas, al final del camino, hartos de buscar y no encontrar la felicidad en el lujo, en la ostentación, en la exclusividad y en los mas excelsos protagonismos, nos damos cuenta que la felicidad la teníamos tan cerca de nosotros, tan íntimamente unida a nosotros, tan al alcance de nuestras manos, que no nos dábamos cuenta que la felicidad la teníamos ahí sin saberlo.

Tener ganas de reír y poder reir. Tenes ganas de llorar de felicidad y poder llorar. Tener ganas de sentir y estar llenos de sentimientos. Tener necesidad de amar y poder amar. Tener sed y poder beber. Tener hambre y poder comer. Desear andar y poder pasear. Tener ganas de hablar y tener con quien hacerlo. Tener ganas de dormir y dormir plácidamente soñando sueños alcanzando nuevos amaneceres.

Tener ganas de acariciar y poder acariciar, desear pensar, recordar, escribir, comunicar, vivir, y poder hacerlo sin nada ni nadie que nos lo impida.

Disfrutar de lo que tenemos y no amargarnos con la insatisfacción de no tener todo para una vez tenerlo ansiar tener más, pasando a ser los eternos insatisfechos.

Son esas pequeñas grandes cosas, a las que no damos importancia, las que hacen de nosotros unos seres razonablemente felices.

Y solo cuando no podemos disfrutar de estas pequeñas grandes cosas, es cuando nos damos cuenta que la felicidad formaba parte de nuestras vidas, sin darnos cuenta que ya la disfrutábamos sin saberlo.

Incluso pudiendo descansar con el alma serena, con la conciencia tranquila, la paz en el espíritu y entibiado el corazón, mostrabamos una insoportable insatisfacción.

Y sabiendo que la felicidad convive con nosotros, solo nos queda reconocerla, y para no seguir buscándola infructuosamente debiéramos abrazarnos a ella con la fuerza de un demente.

La felicidad no supone sentir cosas maravillosas, ni grandes goces, ni abundancias, ni poder…, solo sentir profundamente el momento en el que el alma se serena, consiguiendo atemperar los sentimientos como hacen las brisas cuando mecen a las gaviotas en las térmicas que conviven con los acantilados.

Enrique García-Moreno Amador

Presidente del Ateneo de Ocaña

Escritor y amante de Ocaña y su historia

Tags: El Atril de Enrique García-Moreno

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Enrique García-Moreno Amador

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