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La situación de los sociosanitarios

En los últimos meses se ha hablado muchísimo de la falta de personal en la hostelería, las dificultades para cubrir la vacantes del sector.

Pero otro sector vive una situación idéntica, siendo un sector fundamental para el estado del bienestar. Este sector es de los cuidados sociosanitarios, personal que atiende a personas dependientes, mayores, personas con discapacidad…

Las dificultades se agudizaron este verano, especialmente en el ámbito rural, no logrando cubrir el 100% de las plazas, incluso con algunas mejoras salariales.

No motivo de este artículo describir las causas por las que está carencia existe, pues faltaría un estudio más detallado de la situación.

Si se expondrá algunas consecuencias de esta situación, y quizá se vislumbre alguna posible causa del hecho.

Comenzaré por exponer la importancia del sector, en una sociedad donde la esperanza de vida aumentó, y actualmente la generación del bayboom comienzan su etapa de la vejez, y con ello patologías como los deterioros cognitivos, o problemas de movilidad o autonomía. No en todas las personas, pero si en una población significativa, que verá mermada su calidad de vida, al reducirse su autonomía.

Para mantener una movilidad, o simplemente realizar aquellas tareas cotidianas, las AVD (Actividades de la Vida Diaria) el aseo, vestirse, cocinar… necesitan de una persona que les ayude.
Hasta hace unos veinte años, aproximadamente, culturalmente las familias atendían a los enfermos, personas con discapacidad, mayores, y aquella persona que necesitaba ayuda. Y dentro de las familias, está labor recaía, casi en exclusividad, en las mujeres, quienes trabajaban en las llamadas tareas domésticas, pues era el hombre quien tenía la obligación cultural de obtener los ingresos económicos.

Esta estructura social ha cambiado, y ahora las mujeres trabajan y pretenden desarrollarse profesionalmente, a la par que los hombres, lo que impide disponer de Veinticuatro horas, trescientos sesenta y cinco días al año, en exclusividad a cuidar de otros.

Pero también, e igual importancia, esta la cultura del autocuidado, y aquí me refiero a disponer de ocio, de cuidar la salud mental, de cuidar nuestro físico, es motivo para contratar a personal en este sector. Porque se ha de tener en cuenta, que las denominadas cuidadoras principales, sobre todo de personas muy dependientes, sufre físicamente y mentalmente debido a la complejidad de las tareas, que requieren, y se ha de dispensar, para lograr una óptima calidad de vida. Máxime cuando las esperanza de vida ronda los 81,7 años en hombres y 87 años en mujeres. Y aumenta la probabilidad de mermar la autonomía individual.

Así fueron desarrollándose una serie de recursos y servicios para atender la demanda de cuidados, cumpliendo con la obligación moral de dotar de calidad de vida, de disponer de un bienestar, mediante la ayuda a domicilio, centro de días, residencias, teleasistencia, ayudas económicas para adaptar los domicilios, y otro tipos de recursos y ayudas, hoy todas ellas aglutinadas como un derecho, por la llamada ley de la dependencia.

Y con esta ley se da un salto, pues antes no quedaba claro que fuese obligación de la administración atender a las personas dependientes, pero con esta ley se reconoce el derecho que cada persona tiene a ser atendida en situaciones de dependencia, con los recursos adecuados para ello.

Y aunque existían recursos asistenciales, básicamente en la población mayor, donde el mercado comprobó la posibilidad de obtener beneficio, y desarrollo recursos asistenciales, colaborando, con las distintas administraciones, las personas con otras dependencias estaban en mano de asociaciones, familiares, y la voluntad política. Porque a día de hoy el mayor presupuesto de servicios sociales se destina a población mayor. Sin embargo la ley reconoce el derecho a todas las personas con dependencia. Por lo que otros recursos asistenciales, destinados a personas dependientes, pero mayores, se desarrollan y fortalecen.

Sí tenemos derecho a una vida digna, a un bienestar, participar socialmente, y a unos cuidados de calidad, en una sociedad donde la estructura familiar se transformó, y se entiende que en ciertas circunstancias es necesario contratar a profesionales, que atiendan a nuestros familiares, y nos de tranquilidad y seguridad por saber que están bien cuidados, ningún recurso podrá desarrollarse sin el adecuado personal, y nuestro derecho no podrá ser ejercido sin ello.

Pero la falta de personal, genera una sobrecarga en las plantillas, que como pueden, realizan las tareas, provocando lesiones físicas, y estrés psicológico. Y como consecuencias bajas laborales, que difícilmente se pueden cubrir, aumentando la carga de trabajo, sobre todo en las residencias. Añadir a esto, que por lo habitual, se trabaja siete días, y se descansa dos, en un oficio dónde se ha de movilizar a personas con sobrepeso, o levantarlas, o aguantar situaciones psicológicas estresantes, personas con deterioro cognitivo que se alteran, y su comportamiento influye en el resto de los residentes. Y sin obviar es aspecto emotivo, a convivir diariamente con situaciones que remueven interiormente, que no hace cuestionar la vida, desarmando creencias. Es un trabajo donde se expone la persona, no hay forma de separar la afectivo, lo físico, ni lo psicológico.

Es por esto que las plantillas mermadas de personal afectan a los profesionales, y a la calidad del trato. Y estas circunstancias, sobre todo en el mundo rural, es en el que con mucho esfuerzo, gran parte de los profesionales atienden a las personas dependientes.

 

 

Juan José González Vicente

Gerocultor en Residencia mayores

Poeta y geroconsultor

Tags: El atril de Juan José González

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