Lo de morir con las botas puestas representa la ilusión de militares, fuerzas del orden público y artista del más amplio campo de las 7 bellas artes.
Los guerreros, los luchadores, los soldados y los patriotas, sueñan con la muerte en pleno campo de batalla; los cantantes y los actores, abrigan la magnífica posibilidad de morir en el escenario, dándole el máximo realismo a la última representación de su vida, interpretando su propia muerte.
El actor de raza, el de clase, de altura, de vocación…, viven y mueren para y por el teatro, nada que ver con la pléyade de mediocres que se hacen llamar cómicos, siendo un espejismo, una caricatura escondida tras una simple fotogenia, amparado en un determinado físico, o en su predisposición de entregar al público cualquier tipo de escena por muy escabrosa que esta sea.
Los grandes actores ponen límites a ciertas exigencias, donde se pone en juego el pudor, la moral, la ética y la dignidad a la hora de mostrarse, exhibirse y presentarse en un escenario.
Y como ejemplo de elegancia, de exquisitez, de calidad interpretativa, el buen gusto que han mostrado, que han exhibido actores y actrices que hoy forman parte del Olimpo en el que se han instalado gracias a su talento y excelencia interpretativa y no la depravación y degradación gratuita que ofrece la pornografía.
Tal vez por esto el cine español haya caído en el pozo de la zafiedad, del mal gusto, del ínfimo nivel y la más penosa realidad.
Y el problema es tan evidente que la película que triunfa sin tener que recurrir al mal gusto se convierte en una rara avis. Y ya, cuando el asunto del cine español se sale de madre, es cuando el ministerio de turno les concede subvenciones a retraer de nuestros impuestos.
Es decir, que los sufridos e indefensos ciudadanos nos apretamos el cinturón para que esta pléyade de saltimbanquis siga produciendo un subproducto que no ve nadie, que solo sirve para llenar estanterías de un bodrio inmerso en la más cutre pornografía que nada tiene que ver con el Arte, ni la Cultura.
Este verano he tenido la osadía de someterme a valorar mi capacidad de aguante, yendo a las salas con el propósito de ver cine español libre de prejuicios y de congénito rechazo a ver cine cutre, donde el sexo, la depravación, los excesos, la pornografía y los bajos instintos fuesen las constantes.
Y tras la experiencia, la más absoluta decisión de no ver este tipo de degeneración subvencionada.
Intérpretes que no aguantan más de dos o tres películas a excepción del cine por entregas de Segura que todo lo basa en la taquilla. donde todo se justifica. Supongo que para estos peliculeros su sueño es echar su último kiki en el plató donde por todo decorado hay una cama y poco más.