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Piensa mal y acertarás.

Últimamente abrir un periódico o ver un telediario en España genera gran incertidumbre ante los disparates que manifiestan líderes como la comunista Yolanda Díaz.

La vicepresidenta del gobierno en funciones aborrece de la convivencia, la paz y la estabilidad que nos da la Constitución española de 1978, aprobada por el pueblo español, lo que llama el régimen del 78. Gracias a esa convivencia España ha vivido más de cuarenta años de prosperidad y es modelo para seguir por otros países en todo el mundo. Esta actitud ya dice mucho del camino que ha tomado su discurso político.

La izquierda siempre se ha erigido como defensora de los valores democráticos, sin ser necesariamente así. Pero la líder de Sumar ¿los defiende al no aceptar la invitación de reunirse con Alberto Núñez Feijóo para dialogar sobre su deseable investidura? ¿Dónde está la tolerancia a la opinión contraria, dónde el respeto al líder del PP que, además, es el partido político más votado en las últimas elecciones generales? Mire lo que decía Fernando de los Ríos, una de las figuras más relevantes del socialismo español del siglo pasado, cuando manifestaba que en España la revolución pendiente es la del respeto. Aplíquese el cuento Sra. Díaz. Su forma de actuar es presuntamente más propia de un régimen dictatorial donde prima una voz más fuerte e intolerable sobre las demás.

Díaz no acepta la reunión con Feijóo y, sin embargo, se reúne en Bruselas con un prófugo de la justicia española. ¿En qué cabeza cabe que una vicepresidenta del gobierno de España acuda a esa reunión?, al parecer sin que lo supieran en el PSOE cuyos líderes se desmarcan de la oportunidad de ese encuentro. Si fuera así, aún peor, aunque no me creo que Pedro Sánchez no lo sabía cuando se ha desvelado que esa reunión se pactó a mediados de agosto. Y al prófugo de la justicia ¿qué le ha prometido?, ¿qué tiene que callar ante los más media porque es inconfesable?

Proponer cosas que están fuera de la ley, no tiene fundamento ni sentido. El periódico EL PAÍS publicaba ayer unas declaraciones de Felipe González, manifestadas en Onda Cero, según la cual decía que “en la Constitución no caben ni amnistía, ni autodeterminación”, dos de las reivindicaciones de Puigdemont a Yolanda Díaz. Ya sabe que González no es sospecho de ser un líder de la derecha, sino todo lo contrario. Y no es la primera vez que lo ha dicho. No sólo él. Muchas son las voces desde el PSOE (y desde el PP) que hacen manifestaciones como esta, preocupados por la deriva a dónde nos puede llevar todo esto. No hay líneas rojas infranqueables a favor del interés general. Todo vale por afán de poder, por un sillón en el consejo de ministros, por unos privilegios que tanto criticaban cuando estaban en la oposición.

El prófugo de Waterloo también reivindica el abandono de la vía judicial de todos los procesos penales y civiles que hay pendientes del “procés”, entre ellos los suyos. Pero ¿dónde está el respeto a la división de poderes? Me dirá usted que, si no respeta la legalidad, le importará un bledo la división de poderes y tendrá razón.

Mire lo que escribía Alfonso Guerra en su libro “La España en la que creo. En defensa de la Constitución” (2019): “¿Acaso se pretende que para algunos la actividad política les garantice la inmunidad, que cuando faltan al cumplimiento de las leyes estén exonerados de procesamiento y condena?”. Tampoco Guerra es sospechoso de ser un líder de derechas, ¿verdad que no?, para que le acuse la izquierda de facha por afirmar semejante felonía. Ya ve, permítame esta ironía. Y Guerra añade que “hay que desenmascarar a los que protestan por lo que llaman judicialización de la política cuando políticos afines (o ellos mismos) hayan delinquido, no hayan respetado las leyes o la Constitución”.  Pues eso.

Pascual Rosser Limiñana

Colaborador de “El Consistorio”

Escritor

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Tags: El Atril de Pascual Rosser Limiñana

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