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¡Vaya fauna!

Le invitamos a dar un paseo por algunos de los monumentos que Madrid dedica a los animales

Desde las mascotas a la fauna ibérica, la ciudad tiene en parques y espacios públicos un buen surtido de esculturas que muestran su amor y respeto por los animales
No hay un oso y un madroño, hay cuatro; a los toros de Guisando les gusta Moratalaz; a los pandas, el zoo, y hay al menos tres esculturas dedicadas a la mascota favorita de la ciudadanía, los perros

¿Sabías que en Madrid hay no una, sino cuatro esculturas del oso y el madroño en distintos espacios públicos? ¿Qué para ver los toros de Guisando basta con acercarte a Moratalaz? ¿O que, a los cánidos, quizá la mascota favorita de la mayoría de las personas, Madrid les ha dedicado tres esculturas? Aprovechando que llega San Antón, fiesta grande de los animales, te invitamos a un recorrido singular: conocer la fauna hecha arte -desde el perro, el burrito o una tortuga gigantesca hasta una llama peruana- que nos encontramos en nuestros paseos por los distintos rincones madrileños.

Seguro que conoces muchos más, pero como es imposible reunirlos todos, hemos optado por una ruta con la guía de nuestra web Patrimonio Cultural y Paisaje Urbano.

Será por osos…

Como los úrsidos abundan en nuestro paisaje urbano, empezamos por ellos. El más conocido, y seguramente el más fotografiado, es el que contempla inmutable el trajín diario de la Puerta del Sol. A este ‘jovencito’ –se inauguró en 1967- parecen preocuparle más los frutos del rechoncho madroño que el devenir de los transeúntes. Realizado en bronce, es obra del escultor Antonio Navarro Santafé.

Para no ser menos Prosperidad Entrevías tienen sus réplicas. En la plaza de Prosperidad (Chamartín), otro oso se alza hacia el madroño. Más pequeñito, está realizado en granito negro pulido, firmado por José Ramón Poblador, y labrado por los canteros municipales. En Entrevías (Puente de Vallecas), entre los números 16 y 26 de la calle de Barros, nos encontramos con una versión más fiel al antiguo escudo de Madrid, que hasta mediados del siglo XX no ‘borró’ al dragón. A este oso, igual de glotón que el de Sol, no parece inquietarle esa fiera que yace a sus pies.

Al último en llegar le falta la camiseta rojiblanca. No es municipal, lo levantó en 2017 el Atlético de Madrid junto a su estadio para recalcar su vinculación con esta ciudad. Con sus cuatro metros de altura y sus 2.500 kilos, en sus raíces recuerda los cinco estadios en los que los ‘colchoneros’ han forjado su leyenda.

Más fiero en apariencia es el Oso de Berlín, en el parque homónimo (Chamartín), erigido en 1967 con motivo de la visita del entonces alcalde de Berlín Oeste Willy Brandt. Y recordándonos que una vez Madrid tuvo su propia casa de fieras en el Retiro, allí nos esperan los osos más ancianos de este repaso (datan de mediados del XIX) y quizá por eso están sentados o tumbados. Y dos osos más -el conjunto escultórico de la Puerta de los Osos- velan desde 1987 la entrada en General Ricardos a la finca de Vista Alegre, junto al Centro Regional de Educación de Personas Adultas.

Fue la mascota, aunque fuera de peluche, de miles de niños a principios de la década de los pasados 80. Se llamaba Chu-Lin, nació en 1982 y fue el primer oso panda nacido en cautividad en Europa por inseminación artificial. Su padre era un panda del zoológico de Londres, y su madre, Shao-Shao, había sigo un regalo a los reyes de España del Gobierno chino en 1978. Chu-Lin murió en 1996, pero su nombre es imborrable y su imagen, obra de Francisco Javier Rager Peñalver, sigue en el zoológico de la Casa de Campo, mientras que otro compañero de raza ha preferido Usera. Allí se ha asentado desde 2022, donado por la comunidad china del distrito, la más numerosa del país.

Va de mascotas

En este apartado abundan los perros, se echa en falta a los gatos -pese a que muchos madrileños lo son- y encontramos una sola tortuga, eso sí tan gigantesca, que vale por unas cuantas y que, desde principios de 2003, decidió quedarse en Villaverde, en el paseo de Alberto Palacios, quizá por la ternura de esa mano de la mujer que la acompaña y que, a su lado, parece diminuta.

Canes ya hay más, uno incluso con nombre propio, el perro Paco, un ‘chucho’ negro, con una mancha blanca en la tripa, rufianesco, tan listo que encandiló al marqués de Bogaraya, futuro alcalde de Madrid, quien le abrió las puertas de las tertulias, los cafés o los teatros en el siglo XIX.  Está en la calle de las Huertas. Era un perro callejero, de esos que captan la atención y el corazón por esa mezcla de vulnerabilidad e ingenio que destilan. Quizá por eso la ciudad dedicó en 1980 otro monumento a ‘El perro callejero’, este sin nombre. Obra de bronce de uno de los mejores animalistas, el escultor Juan Olivera, aparece con una pelambrera de lo más realista saludando con su pata derecha levantada a los visitantes del zoo. Y en otra pradera, esta vez en el Hospital Gómez Ulla (Carabanchel), se tumba desde 1989 ‘El perro’, así de simple su nombre y su apariencia, plantado muy cerca de donde estuviera un centro veterinario asociado al Centro Militar de Veterinaria de la Defensa.

Un burrito ¿puede ser una mascota? Seguro que para muchos niños criados en el campo sí. En Puente de Vallecas, en la calle de Pío Felipe, se planta un humilde burrito con sus alforjas, que, en su origen, allá por los años 50 del pasado siglo, remataba una fuente, hoy desaparecida.

Desde la fauna ibérica a una llama peruana

La variedad es una clave de este recorrido. A lo largo de la mediana de la calle de Arturo Soria (Ciudad Lineal), se suceden tres grupos escultóricos, realizados en bronce, instalados en 1991 y donados por los hermanos Antonio y Ángel Carazo.  En cada uno de ellos, tres ejemplares distintos de la fauna ibérica: un arruí, un rebeco y un jabalí conviven en uno de los grupos escultóricos. En otro, un corzo, un muflón y un ciervo y, en el último, convivencia ‘peligrosa’: un lobo se codea con un gamo y una cabra.

Cuando en 1956 se construyó el edificio Lima, en la plaza del mismo nombre, quedó un pequeño espacio libre del lado de la Castellana.  Y, junto a Lima, qué mejor que situar al animal que más se asocia con Perú, una llama. Blanca y sentada dentro de un rectángulo ajardinado parece sonreír benevolente al paseante.

En una ciudad abierta y acogedora como la nuestra no podría faltar la paloma de la paz.  Está en San Cristóbal de los Ángeles, da nombre a la plaza donde se asienta desde 1986 por iniciativa de la asociación de vecinos La Unidad, para reivindicar la paz y el desarme. Es una representación simplificada y esquemática, carente de cualquier detalle realista como plumas, alas o pico.

Otras aves y mamíferos acuáticos, como los delfines se inclinan por las fuentes. No es raro encontrarlos si nos fijamos. Solo algunos ejemplos los patos levantan el vuelo desde la fuente de Mariano de Cavia; las gaviotas hacen otro tanto desde la fuente, donada por la Embajada de Noruega en 1962 en El Retiro, mientras tres parejas de delfines parecen dispuestas a saltar sobre nosotros cuando bordeamos la rotonda central de la plaza de la República Argentina.

De toros y de leones

Imposible obviar a los toros y no acabar a la sombra de un león o de varios. Fiereza, eso es lo que transmiten los dos toros, uno preparándose para embestir, otro altivo mirando al tendido, que escoltan el acceso sur al Palacio de Vistalegre, recordando que allí desde principios del siglo XX y hasta 1995 para ver toros en Carabanchel se iba a La Chata. Y más fiereza aún si cabe muestra esa mitad de Burlero, el toro que mató en 1985 a El Yiyo, el torero bordelés con apenas 21 años. Obra del escultor Luis Sanguino, se levanta desde 1987 ante la Monumental de las Ventas.

Y curiosos, curiosos son los toros de Guisando. Olvídate de tener que hacer una excursión a El Tiemblo y acércate a Moratalaz. Allí, desde principios de los 90, tienes una buenísima réplica de los abulenses en la zona verde de la avenida de Moratalaz, 183.

Para el final hemos dejado a los leones, ellos tiran del carro de la diosa, en la mismísima Cibeles, pero, además, en los jardines del Campo del Moro podemos ver la estatua más vetusta de todas las que te hemos contado: un león, que posiblemente venga de la fachada del convento de San Norberto, y que data de 1750. Representa la fortaleza del rey que, al abrazar las dos esferas, domina los dos mundos (Europa y América). Sí, son fieros, pero inofensivos.

 

Fuente: Diario del Ayuntamiento de Madrid

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