En estos días de este incipiente otoño se evidencia la verdadera talla de nuestros políticos, que mientras esperan que fracasen los unos, los otros esperan su oportunidad jugando al mus en los bares de los alrededores del congreso.
En las diferentes partidas se ven a unos jugadores que queriendo jugar a un juego de envite, de desarrollo psicológico y estrategias, tensan sus ansias, templan sus nervios, agudizan sus ingenios y reprimen sus genios esperando entrar al ataque de un momento a otro.
Aunque exhiban su más vergonzante mediocridad, ellos han comprendido que se puede ganar con malas cartas, perder con buenas o simplemente quedarse sin jugar lo que les supondría una auténtica tragedia.
Al final ganan las estrategias por encima de las lógicas… El cerebro por encima del corazón. El estómago por encima de los sentimientos. El chalaneo por encima de la seriedad. La traición por encima de la lealtad.
Y ahí se encuentran todos los partidos políticos convertidos en peñas, charangas y comparsas haciendo tiempo mientras tocan fajina.
Es lo que tiene el otoño que los políticos se aferran a ser árboles de hojas perennes y no caducas. Ellos no pueden perder la hoja porque para ellos en el follaje les va la vida.
Aquí se hallan, esperando su veranillo de los membrillos, aunque ya sea octubre echándose envites y algún órdago de farol para matar el tiempo de espera.
Todos parecen estar seguros de que el adversario se guarda un as en la manga que será el que sume las 31 de mano.
Eso sí, apenas se juegan los cafés, no sea que se les caliente la boca y echen un órdago a la grande y puedan perder la partida.
Que en política los errores se pagan muy caros, tan caros que algunos tienen que abandonar el escaño y esto significa en la inmensa mayoría de ellos tener que apuntarse al paro después de fracasar pudiendo un puestecito de algo en cualquier sitio sabiendo, que su currículum está tan vacío como la cafetería del congreso en domingo.
Y es que esto de vivir de la política en España se ha puesto imposible. Es mas inestable que aquellos amores playeros del verano entre adolescentes ya olvidados donde lo carnal primaba sobre el corazón.