Vejez vejez Una generación de nuestros país irán desapareciendo en la próxima década. Una generación que vivieron la guerra civil, o nacieron en esos años. Vivieron la dictadura franquista, y contribuyó a la llegada de la democracia. Está generación que están entre 80 y 90 años, viviendo sus últimos días irán diluyéndose en el tiempo, hasta ser un olvido, objeto de estudio a través de sus escritos, fotografías y clichés. Pero que ignoramos en su mayoría, debido al frenético ritmo de vida actual.
Estas personas afrontaron inmigración interna y externa, en sus familias hubo alguna persona que tuvo que esconderse en el monte, para salvar su vida. O emprendieron su vida laboral muy jóvenes. Construyeron su futuro, y nunca abandonaron sus tradiciones, aquellas que conforman una comunidad.
Ahí están los mayos, una fiesta donde se cantaba, y los enamorados se ennoviaban. Un día festivo, donde bailar y cantar, celebrando una comida juntos.
La elaboración del pan casero, donde el vecino podía solicitar una hogaza, si se quedó sin él.
La reunión en la plaza, tras el aseo, y vestirse «adecuadamente», tras la jornada laboral. Conversar de lo terrenal y divino.
La pena de no haber estudiado en la escuela, aunque su capacidad de aprendizaje es asombrosa, partiendo de un país desolado, donde las temidas tropas moras, no asustaban ante el hambre de un niño, que se acerca a comer lo que le ofrecía. Agudizando el ingenio para divertirse jugando en la calle, y buscarse la vida, desde bien pequeños. Quién más y quien menos, aprendió a realizar cuentas y escribir.
Afrontaron la vida como llegó, porque quizás solo quedaba la vida, poco más. Y no existía nada que perder, pues había escasas pertenencias. Esa vida comunitaria forjaron el apoyo solidario, y tras la familia, la amistad en la tasca, o las plazas de los pueblos, sin necesidad de repetir «eres mi colega» sino que lo mostraban continuamente.
Esa generación, desaparecerá en esta década, y con ella la intrahistoria española.